CIENCIAS NOOSFERICAS

viernes, 4 de septiembre de 2009

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APRENDIZAJE SERVICIO EN   EDUCACIÓN SUPERIOR.

LA EXPERIENCIA LATINOAMERICANA

 

Presentación "Seminario Internacional Responsabilidad Social Universitaria: Aprendizaje Servicio" – Caracas - Abril 2006.

 

 

LIC. Néstor Horacio Cecchi.

Área Capacitación Universitaria.

Centro Latinoamericano Aprendizaje Servicio Solidario.

 www.clayss.org

 

1. INTRODUCCIÓN. LA SOLIDARIDAD EN EL SISTEMA EDUCATIVO: TRADICIÓN E INNOVACIÓN.

Existe una larga tradición solidaria en el sistema educativo latinoamericano: estudiantes acompañados por sus educadores y muchas veces con un fuerte apoyo institucional, han emprendido con entusiasmo tareas de alfabetización o de apoyo escolar, "campañas" para recolectar alimentos, ropa o juguetes para comunidades necesitadas, "padrinazgos" o "gemelazgos" con escuelas rurales o carenciadas. Aún hoy, frente a contingencias naturales, vemos con frecuencia  respuestas conmovedoras por parte de los estudiantes  

En el mismo sentido muchas universidades del continente desarrollan desde hace décadas programas de acción social protagonizados por los estudiantes en forma voluntaria u obligatoria.

Basadas en esta tradición de servicio, durante la década del ochenta y especialmente como respuesta a la profunda crisis que atravesaron  gran parte de los países de la región durante los años  noventa, un número creciente de instituciones educativas latinoamericanas comenzaron a desarrollar proyectos solidarios más elaborados pedagógicamente y con mayor impacto social. Paralelamente, creció en la región el interés por la metodología pedagógica conocida a nivel mundial como "aprendizaje-servicio" (service-learning). (CLAYSS, 2002).

Precisamente hasta la década de 1990, "aprendizaje-servicio" era una expresión prácticamente desconocida en el vocabulario pedagógico latinoamericano. Aún hoy, si se les pregunta a educadores o estudiantes de cualquier nivel, especialmente de las universidades,  si está haciendo un proyecto de aprendizaje-servicio, la respuesta será probablemente "no" o "no sé". Pero si preguntáramos "¿está realizando algún "proyecto solidario"? las  respuestas serían seguramente positivas en miles de casos. De hecho, la práctica del aprendizaje-servicio está  más difundida de lo que podría parecer a primera vista.

Entre los miles de ejemplos de prácticas de aprendizaje-servicio que han surgido de la Universidades de la región,  podrían citarse, la de estudiantes de Agronomía que desarrollan sus prácticas profesionales capacitando a familias sin recursos en el desarrollo de huertas familiares, futuros médicos y odontólogos que realizan  sus residencias hospitalarias prácticas en centros comunitarios o en áreas altamente vulnerables, jóvenes universitarios que llevan adelante tareas de apoyo escolar en el marco de programas sistemáticos,  contribuyendo así  a minimizar los efectos de la vulnerabilidad educativa de los más pequeños y la lista podría seguir, abarcando una amplia gama de temáticas y experiencias

 (www.clayss.org. www.me.gov.ar/edusol).

En los últimos años, América Latina ha sido testigo de numerosos movimientos de reforma e innovación educativa, en general nacidos desde las políticas gubernamentales nacionales, o por influencia de especialistas y organismos internacionales. Por el contrario, el aprendizaje-servicio es, quizás, "la única reforma educativa que ha nacido en todas partes de abajo hacia arriba" -como afirmaba en 1998, durante el II Seminario Internacional de aprendizaje-servicio, Wade Brynelson, entonces Subsecretario de Educación del Estado de California- (MINISTERIO DE EDUCACIÓN, 2000).

Tradición e innovación se dan de la mano en el movimiento de educación solidaria que se está desarrollando en los últimos años en América Latina. A lo largo de estas páginas comenzaremos por analizar algunos conceptos fundantes de la pedagogía del aprendizaje-servicio, desarrollaremos estrategias metodológicas para la implementación de proyectos,  reflexionaremos sobre las razones por las cuales promovemos el aprendizaje-servicio como política educativa, para finalmente presentar sintéticamente el estado de la cuestión en la educación superior de América Latina y el Caribe.

 

2. ALGUNOS CONCEPTOS BÁSICOS

 

2.1 - Solidaridad, altruismo y pro-socialidad

 

Sabemos que la palabra solidaridad puede ser usada en contextos muy diferentes: se puede hacer "un llamado a la solidaridad" para pedir donantes de sangre o voluntarios sociales, hablar de solidaridad entre los trabajadores de un sindicato, o solicitar la solidaridad latinoamericana para confrontar a la deuda externa. En nuestro continente, tanto políticos "progresistas" como conspicuos dictadores han utilizado la expresión como parte preciada de su vocabulario.

De hecho, muchos líderes de la sociedad civil están preocupados por una cierta "moda solidaria" que pareciera estarse difundiendo a nivel mundial y regional, y que corre el riesgo de devaluar al término. Cuando casi todo el mundo –desde estrellas de la televisión a Secretarios de estado– hacen llamados a la solidaridad, la palabra corre el riesgo de convertirse en poco más que un slogan vacío de contenido o en un vago sentimiento de buena voluntad. De hecho, muchas acciones "solidarias" difieren muy poco de las antiguas "beneficencias", y algunas parecen no tener ningún otro propósito que aligerar la conciencia del donante, o formar parte de estrategias de marketing de empresas que, simultáneamente, evaden impuestos o contaminan el medio ambiente.

No obstante ello, es importante destacar que el concepto de solidaridad tiene raíces profundas en la cultura latinoamericana: en los valores comunales de las culturas originarias, en el mensaje cristiano traído por los misioneros que defendieron los derechos indígenas frente a los conquistadores, en la fraternité de la Revolución Francesa que inspiró los movimientos independentistas, y en las ideas y organizaciones cooperativas aportadas por los inmigrantes europeos a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.

En su significado más generalizado y más profundo, en todas partes de Latinoamérica "solidaridad" significa trabajar juntos por una causa común, ayudar a otros en forma organizada y efectiva, resistir como grupo o nación para defender los propios derechos, enfrentar desastres naturales o crisis económicas, y hacerlo de la mano con los otros. La solidaridad es uno de los valores que nuestras culturas más valoran, y es una bandera común de nuevas y viejas organizaciones en nuestras emergentes sociedades civiles.

Como señala De Beni, en el actual contexto mundial de fragmentación social y disgregación de los vínculos interpersonales, la solidaridad es tal si contribuye a generar vínculos de auténtica fraternidad (DE BENI, 2000). Nuestra concepción de la solidaridad está fuertemente relacionada con una idea de fraternidad –hermandad-, que implica el reconocimiento de la humanidad como una familia, y de todos los hombres como hermanos en la común dignidad de la condición humana (LUBICH, 2002).

Como señala la Profesora María Nieves Tapia: "Creemos que la solidaridad bien entendida no reproduce modelos sociales disimétricos ni encubre situaciones de injusticia e inequidad ".

En este sentido, consideramos relevante el aporte que desde la psicología se ha hecho en los últimos años en cuanto a diferenciar conductas pro-sociales de intencionalidades altruistas.

El "altruismo" hace referencia a la intencionalidad del actor,  el "dador" que se propone beneficiar a uno o más "receptores". El énfasis está puesto en la virtud de la persona altruista más que en la relación establecida con la persona "beneficiada", y en las motivaciones y en la actitud del actor, más que en el servicio efectivamente prestado.

Mientras que el altruismo se define básicamente en el terreno de la subjetividad del actor "donante", la prosocialidad, por el contrario, se define objetivamente por la satisfacción efectiva del receptor, así como por la reciprocidad o solidaridad generada entre ambos actores (STAUB, 1979; ROCHE, 1998).

Los estudios sobre prosocialidad vienen cobrando mayor peso en las últimas décadas, y creemos que pueden ser un aporte significativo para sustentar desde las Ciencias Sociales y la Psicología los conceptos de solidaridad y aprendizaje-servicio.

"Hay un alto grado de superposición entre los objetivos de la prosocialidad y el aprendizaje-servicio. Una de las principales finalidades de la prosocialidad es que los estudiantes se orienten hacia el servicio a los demás. Una de las principales finalidades del aprendizaje-servicio es que los estudiantes adquieran valores, actitudes y conductas prosociales.

Puede haber un efecto sinérgico combinando el aprendizaje-servicio con la prosocialidad." (EBERLY-ROCHE OLIVAR, 2002).

 

2.2 - El concepto de "aprendizaje-servicio"

La propuesta pedagógica del aprendizaje-servicio parte de una premisa: la solidaridad puede ser no sólo un contenido de enseñanza, sino que las actividades solidarias desarrolladas por los estudiantes pueden ser en sí mismas una fuente de aprendizaje, si se planifican adecuadamente. La pedagogía del aprendizaje-servicio podría definirse, en primera instancia, como:

 "una metodología de enseñanza y aprendizaje mediante la cual los jóvenes desarrollan sus conocimientos y competencias a través de una práctica de servicio a la comunidad"  (TAPIA, 2000).

Se trata, por lo tanto, de sostener simultáneamente dos intencionalidades: la intención pedagógica de mejorar la calidad de los aprendizajes, y la intención solidaria de ofrecer una respuesta participativa a una necesidad social. Un buen programa de aprendizaje-servicio les permite a los jóvenes aprender contenidos académicos, y a la vez realizar  tareas importantes y de responsabilidad en su comunidad.



TRABAJOS DE CAMPO/        APRENDIZAJE-SERVICIO     INICIATIVAS SOLIDARIAS          

PASANTIAS  

                                  

   

 

 

 El aprendizaje-servicio podría considerarse como la intersección entre dos tipos de experiencias educativas que generalmente se desarrollan en forma paralela o inconexa en las instituciones educativas: por un lado, actividades con objetivos específicamente académicos, como los estudios o trabajos de campo o "en terreno", pasantías,  etc., que se realizan con el objetivo de que los alumnos apliquen metodologías de investigación y tomen contacto con la realidad en función de un aprendizaje disciplinar determinado. Por el otro lado, como mencionábamos, en muchas Universidades  de nuestra América Latina   se desarrollan actividades solidarias, ya sean campañas solidarias con la propia comunidad o con otras comunidades, iniciativas de alfabetización, forestación, apoyo escolar y tantas otras.

Hablamos de aprendizaje-servicio cuando se da la intersección de estos dos tipos de actividad, es decir cuando en el desarrollo de un proyecto están presentes simultáneamente la intencionalidad pedagógica y la intencionalidad solidaria.

·         Experiencias educativas solidarias y aprendizaje-servicio

No siempre es sencillo diferenciar las prácticas de aprendizaje-servicio en sentido estricto de otras prácticas de intervención comunitaria desarrolladas en ámbitos educativos. Diversas herramientas han sido propuestas para este fin por  diferentes autores (TAPIA, 2000, pp. 26-30).

Entre ellas, consideramos que puede ser de utilidad presentar los "Cuadrantes del aprendizaje y el servicio" desarrollados por la Universidad de Stanford, con algunas adaptaciones propias (SERVICE-LEARNING 2000 CENTER. Service-Learning Quadrants. Stanford University, California, 1996. TAPIA, 2000).

 



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El eje vertical del gráfico refiere a la menor o mayor calidad del servicio solidario que se presta a la comunidad, y el eje horizontal indica la menor o mayor integración del aprendizaje sistemático o disciplinar al servicio que se desarrolla.

La "calidad" en cuanto al servicio está asociada con la efectiva satisfacción de los receptores del mismo (en referencia al ya mencionado concepto de prosocialidad); con impactos mensurables en la calidad de vida de la comunidad, con la posibilidad de alcanzar objetivos de cambio social a mediano y largo plazo, y no sólo de satisfacer necesidades urgentes por única vez, y con la constitución de redes interinstitucionales eficaces con organizaciones de la comunidad, ONGs e instituciones gubernamentales para garantizar la sustentabilidad de las propuestas.

En el caso del eje horizontal, se refiere a la mayor o menor integración de los aprendizajes académicos formales con la actividad de servicio desarrollada: en este sentido, las actividades de servicio pueden ser parte de los contenidos de aprendizaje requeridos por una asignatura (como en el caso de las pasantías universitarias orientadas al servicio de una comunidad determinada), pueden tener una vinculación explícita con las actividades desarrolladas en el aula o los contenidos curriculares de una o más áreas o disciplinas, o puede haber escasa o ninguna conexión entre lo estudiado y la actividad de servicio. (TAPIA, 2000)

En función de estos ejes quedan delimitados cuatro cuadrantes, que permiten diferenciar cuatro tipos de experiencias educativas:

I: Trabajos  de campo: se abarcan aquí las actividades de investigación impulsadas frecuentemente desde las cátedras universitarias que vinculan a los estudiantes con la realidad de su comunidad, pero considerada exclusivamente como objeto de estudio.

La finalidad del trabajo de campo o en terreno es el aprendizaje de contenidos disciplinares. En la Educación Superior se realizan pasantías o prácticas profesionales orientadas a aplicar los conocimientos en contextos reales, y a preparar a los estudiantes para el futuro ejercicio profesional. Este tipo de actividades involucran el conocimiento de la realidad, pero no se proponen necesariamente transformarla, ni prestar un servicio a la comunidad implicada. El énfasis está puesto en la adquisición de los aprendizajes curriculares, y el contacto con la realidad comunitaria es puramente instrumental.

II. Iniciativas solidarias asistemáticas: se definen por su intencionalidad solidaria, pero desarrollan poca o ninguna integración con el aprendizaje formal. Son actividades ocasionales, que tienden a atender una necesidad puntual. En general surgen espontáneamente, no son planificadas académicamente, y no suelen exceder lo puramente asistencial.

Algunas de las más típicas iniciativas solidarias asistemáticas incluyen las "campañas de recolección", los festivales y otras actividades "a beneficio", y ciertos "padrinazgos" de escuelas rurales asumidos ocasionalmente o en forma desarticulada con los aprendizajes. Es frecuente, en la Educación Superior, que sean los Centros de Estudiantes o las Secretarías de Extensión quienes promuevan este tipo de iniciativas, sin ninguna articulación con lo académico.

Podrían también incluirse en esta categoría algunos proyectos un poco más complejos y con mayor articulación con los contenidos curriculares, pero que no son planeados institucionalmente, sino que surgen y desaparecen en función de la buena voluntad o el liderazgo personal de un docente o un grupo particular de estudiantes.

En todos los casos, la actividad es generalmente voluntaria, y no se evalúa ni formal ni informalmente el grado de participación de los estudiantes, ni los aprendizajes desarrollados.

Entre las limitaciones que más frecuentemente pueden evaluarse en este tipo de iniciativas es necesario señalar que suele primar en ellas una mirada asimétrica con relación a los "necesitados". El concepto de "ayuda" suele prevalecer sobre la reflexión acerca de las estructuras socioeconómicas o las problemáticas ambientales que están en la raíz de la demanda atendida, y difícilmente se enfatiza la relación entre solidaridad y justicia social.

La calidad del servicio de este tipo de iniciativa se considera baja porque una acción asistemática tiene escasas posibilidades de generar soluciones duraderas a un problema social, y porque a menudo no involucran un compromiso personal de los estudiantes en la solución de los problemas. Por otra parte, la calidad del aprendizaje se considera pobre porque, aunque los alumnos adquieran una cierta conciencia sobre problemáticas como la pobreza, o el impacto de las catástrofes naturales sobre la vida cotidiana, este tipo de acciones no se articulan con los aprendizajes disciplinares.

III. Servicio comunitario institucional

Este tipo de experiencias se caracteriza por una decisión institucional, y no sólo ocasional, de promover el valor de la solidaridad y desarrollar en los estudiantes actitudes de servicio, de compromiso social y participación ciudadana. Ya sea que las actividades de servicio propuestas sean voluntarias u obligatorias, son asumidas formalmente por la conducción educativa, por la cátedra o por agrupaciones estudiantiles.

Ejemplos clásicos son los voluntariados estudiantiles promovidos por Secretarías de Extensión Universitaria, o Centros de Estudiantes . A través de estos voluntariados institucionales, han construido centros comunitarios, brindado alimento y educación a miles de personas, universidades que han brindado atención médica o asistencia técnica gratuita en miles de comunidades carenciadas, por dar sólo algunos ejemplos.

Justamente por consistir en acciones sostenidas institucionalmente en el tiempo, en general este tipo de experiencias puede ofrecer un servicio  a la comunidad de mayor continuidad y calidad. En lo que se refiere al aprendizaje, si bien el servicio comunitario resulta una estrategia efectiva de formación en valores y desarrollo de actitudes prosociales, no siempre ni necesariamente ese aprendizaje se integra con los aprendizajes disciplinares.

La concepción tradicional de "extensión universitaria" entraría dentro de este cuadrante: por definición, la "extensión" es algo diferente y separado de las funciones de enseñanza e investigación. No es infrecuente que en los proyectos comunitarios promovidos por los Departamentos de Extensión haya estudiantes de Ciencias de la Educación pintando paredes de un centro comunitario, y estudiantes de arquitectura trabajando en programas de alfabetización. Sin restar mérito a estas actividades, convengamos que la desconexión entre las fortalezas y los perfiles profesionales de los estudiantes  y su acción comunitaria desaprovecha mucho del potencial formativo que pueden tener las iniciativas sociales en este nivel.

El término mismo sugiere que la Universidad se "estira" para alcanzar a algo "externo", expresando el mismo imaginario que revela una expresión todavía común entre algunos docentes: "hay que tender puentes hacia la comunidad", expresando una visión de la institución educativa como "isla", diferente de la comunidad y no parte de la misma.

En definitiva, hablamos de "servicio comunitario institucional" y no de "aprendizaje-servicio" en los casos en que la institución se propone desarrollar la acción solidaria con una finalidad educativa amplia (ligada en general a la educación en valores y actitudes), pero no planifica formalmente la articulación entre la actividad comunitaria y los contenidos curriculares desarrollados en el aula.

IV. Aprendizaje-servicio:

Definidas como experiencias que ofrecen simultáneamente una alta calidad de servicio y un alto grado de integración con los aprendizajes formales, este tipo de prácticas implican la misma continuidad en el tiempo y el mismo compromiso institucional del servicio comunitario estudiantil, pero le suman la articulación explícita de las actividades con los objetivos del aprendizaje académico que caracterizan a los trabajos de campo.

"¿Cuándo una actividad solidaria se convierte en una experiencia de Aprendizaje-Servicio? Teniendo en cuenta los criterios con mayor consenso a nivel internacional, podemos decir que un servicio a la comunidad es Aprendizaje-Servicio cuando es planificado:

  • en función del proyecto educativo institucional, y no sólo de las demandas de la comunidad;
  • con la participación de toda la comunidad educativa: incluyendo el liderazgo de la conducción institucional, la participación directa o indirecta del cuerpo docente, y la activa participación de los estudiantes desde las etapas de diagnóstico y planificación hasta las de gestión y evaluación;
  • al servicio de una demanda efectivamente sentida por la comunidad , y a la cual pueden atender los estudiantes en forma eficaz y valorada;
  • atendiendo con igual énfasis a un alto nivel de respuesta a la demanda de la comunidad y a un aprendizaje de calidad para los estudiantes". (TAPIA, 2000, p. 26)

Como un aporte complementario a las definiciones ofrecidas a partir de estos cuadrantes, consideramos iluminadoras las distinciones establecidas entre Servicio comunitario, aprendizaje-servicio y pasantías (trabajos de campo) por Andrew Furco.

CUADRO 1: DIFERENCIAS ENTRE TRES TIPOS DE PROGRAMAS DE SERVICIO

(FURCO-BILLIG, 2002). (Las modificaciones que hemos introducido están en cursiva).

 

Pasantías

Servicio comunitario

Aprendizaje-servicio

Destinatario primario

Estudiante (Proveedor)

Comunidad (Receptor)

Receptor Y Proveedor

Foco principal

Aprendizaje

Servicio

Aprendizaje Y servicio 

Objetivos educativos

Desarrollo profesional

Aprendizaje académico

Formación personal ética y ciudadana

Aprendizaje académico

Formación personal ética y ciudadana

Integración curricular

Actividad curricular o complementaria

Periférica o nula

Integrada

Tipo de actividad

Basada en la actividad productiva

Basada en una problemática social

Basada en contenidos académicos y problemática social

 

Como surge del cuadro, en las pasantías tradicionales el destinatario primario de la actividad es el propio estudiante: lo importante  es que aprenda. En el servicio comunitario el destinatario principal es el destinatario del servicio: lo importante es satisfacer una necesidad o demanda. En cambio, en el aprendizaje-servicio son destinatarios tanto quienes "dan" como quienes "reciben". Unos aprenden, los otros se reciben bienes o servicios.

Habiendo definido qué entendemos por aprendizaje-servicio en sentido estricto, es necesario también señalar que en la vida real de las universidades las fronteras entre "servicio comunitario", "aprendizaje" y "aprendizaje-servicio" no siempre son estables a lo largo de la historia de un proyecto, así como no siempre son susceptibles de ser identificadas en un primer análisis.

En el presente trabajo, utilizaremos el término "aprendizaje-servicio" en sentido estricto, para referirnos a las actividades que apuntan simultáneamente a objetivos de intervención comunitaria y de aprendizaje, y "experiencias educativas solidarias" como término abarcativo de todas las actividades con intencionalidad solidaria u orientadas a la intervención en la comunidad desarrolladas desde el ámbito educativo.

 

3.  POR QUE PROMOVER EL APRENDIZAJE-SERVICIO COMO POLÍTICA EDUCATIVA

Subrayamos al principio que no hemos optado por desarrollar el aprendizaje-servicio como política educativa por cuestiones coyunturales, ni para  eludir las responsabilidades que al Estado le cabe en la atención de los problemas sociales.

Promovemos el aprendizaje-servicio porque estamos convencidos de que es una herramienta valiosa en la búsqueda de la calidad educativa.

Sabemos que el concepto de "calidad educativa" puede requerir de cierta explicitación, cuando hay sistemas educativos como el estadounidense donde la "calidad" se mide exclusivamente por la capacidad de los estudiantes de responder a pruebas objetivas estandarizadas, que no pueden dar cuenta más que de algunos contenidos conceptuales de enseñanza.

La concepción de calidad educativa sostenida por nuestro Ministerio de Educación en la Argentina, en cambio, entiende que una educación de calidad debe abarcar conocimientos científicos de excelencia, pero también la formación en competencias necesarias para el trabajo, y la formación en valores necesaria para educar a una ciudadanía participativa y solidaria. En las palabras del Ministro Filmus:

"La escuela no sólo debe enseñar conocimientos; a través de su trabajo cotidiano, también debe trasmitir valores. Necesitamos chicos que sepan mucho pero también que tengan valores solidarios, de compromiso con la comunidad y de trabajo para el bien del prójimo". (MINISTERIO DE EDUCACION, 2004)

En este sentido, uno de los puntos de referencia puede ser el informe publicado por la UNESCO con las conclusiones de una destacada comisión internacional de expertos, dirigida por Jacques Delors, "La educación encierra un tesoro" (DELORS, 1996). En esa difundida obra se planteaban cuatro grandes desafíos para la educación en el Siglo XXI: aprender a aprender, a ser, a hacer, y a vivir juntos.

En nuestro ámbito universitario, entendemos que es responsabilidad de las instituciones de educación superior de nuestra región, formar profesionales sensibles comprometidos, activos y participativos, capaces de responder a las demandas de una sociedad compleja e inequitativa.

 

·         Aprendizaje y servicio solidario en la educación superior

Como afirmamos anteriormente, el aprendizaje-servicio es una innovación que surge de las instituciones educativas, pero a partir de ellas en algunos países se fueron desarrollando también políticas educativas de promoción sistemática de la metodología.

En cada país el proceso se desarrolló en forma diversa, y el aprendizaje-servicio surgió y se desarrolló desde distintos niveles del sistema educativo: en México, Costa Rica y Colombia los pioneros del aprendizaje-servicio fueron docentes y estudiantes de las Universidades. En Argentina, Chile, Bolivia y Brasil, así como en República Dominicana, el mayor protagonismo lo tuvieron las escuelas medias. En Uruguay, en cambio, comenzaron por la escuela primaria. En algunos casos, el servicio solidario es un requisito obligatorio para graduarse en la escuela media o la Universidad. En otros se privilegia el concepto de voluntariado.

Como mencionábamos, México es, sin duda, el pionero del servicio estudiantil universitario en América Latina. El "servicio social" fue incluido como una obligación para los universitarios en la Constitución de la Revolución Mexicana, en 1910. Desde 1945, cuando se reglamentó, la obligación de los estudiantes universitarios de prestar un servicio social, cientos de miles de jóvenes han dado su aporte a comunidades en todo el país.

En términos de los "cuadrantes" del aprendizaje y el servicio que presentamos anteriormente, el servicio social mexicano ha desarrollado experiencias tanto de servicio comunitario como de aprendizaje-servicio. Sin duda, también habrá habido experiencias que no pasaron del cumplimiento a desgano de un requisito burocrático. Como cualquier institución obligatoria extendida en el tiempo, probablemente el Servicio Social haya tenido luces y sombras en su aplicación a lo largo de los años, pero creo que es muy saludable que actualmente la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) esté evaluando lo hecho y acordando propuestas para renovar y optimizar las prácticas del Servicio Social.

De todas maneras, es indudable que el Servicio Social mexicano ha sido un modelo de referencia para otros países latinoamericanos.

Es el caso de Costa Rica, que desde 1975 estableció como requisito para graduarse participar un proyecto de "trabajo comunal universitario" (TCU).

En este momento la Universidad de Costa Rica ofrece más de 80 proyectos interdisciplinarios para que los estudiantes cumplan con el TCU, que se encuadran claramente en la metodología de aprendizaje-servicio.

En toda América Latina, un número creciente de cátedras están estableciendo prácticas profesionales o pasantías desarrolladas en contextos comunitarios. Este tipo de prácticas enriquecen no sólo la conciencia social de los futuros profesionales, sino que contribuyen a superar una concepción fragmentada y aislada de la realidad en cuanto a la producción de conocimiento.

En la formación docente, el aprendizaje-servicio está contribuyendo a la renovación de los sistemas de práctica docente. En numerosos casos, las prácticas comienzan a incluir, además de las tradicionales en el aula, prácticas en contextos comunitarios: por ejemplo, los estudiantes del Profesorado de Letras del Instituto Joaquín V. González de Buenos Aires, Argentina,  pueden realizar parte de sus prácticas docentes actuando como formadores de promotores de la lectura y animadores socio-culturales en barrios marginales de la ciudad; los estudiantes del Instituto de Educación Física de Rosario desarrollan parte de sus prácticas ofreciendo en centros comunitarios gimnasia para la tercera edad, actividades deportivas para niños en situación de riesgo, educación física para no videntes y otras actividades. En Ecuador los estudiantes de carreras docentes protagonizaron una recordada campaña de alfabetización, y en Chile muchos futuros docentes actúan como tutores de niños y adolescentes en riesgo a través del programa "Adopta un herman@" de la Fundación para la Superación de la pobreza (FUNDASUPO, www.adoptaunhermano.cl).  En este caso, como en muchos otros, las organizaciones de la sociedad civil están cumpliendo un rol significativo en la difusión del aprendizaje-servicio.

También en Chile el proyecto "Universidad: Construye País" nacido en el año 2001 con el propósito de expandir el concepto y la práctica de la responsabilidad social en el sistema universitario chileno, de cara a un proyecto país 2010 (www.construyepais.cl) resulta una experiencia alentadora. Esta iniciativa es impulsada por Corporación PARTICIPA y Fundación AVINA, y a ella se han unido 11 universidades chilenas.

Además del ya mencionado Centro del Voluntariado del Uruguay, CLAYSS, Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario, CEBOFIL de Bolivia y tantos otros, me gustaría destacar, por su rol en la difusión del servicio comunitario y el aprendizaje-servicio, los casos de UNISOL (Universidade Solidaria, Brasil, www.unisol.org.br), y el de  Opción Colombia", una organización que promueve que estudiantes universitarios avanzados realicen durante seis meses una práctica profesional solidaria en localidades rurales y altamente vulnerables. Participan de este programa más de 20 Universidades estatales y privadas, y actualmente el modelo se está difundiendo en toda la región a través de "Opción Latinoamérica" (www.opcioncolombia.org.co).

 

  • A modo de cierre.

América Latina  encuentra hoy el desafío de impulsar estrategias que posibiliten enfrentar  los problemas vinculados  con el acceso al bienestar de los sectores  pobres o la vulnerabilidad de los sectores medios, pero  además, intervenir frente a las crecientes sensaciones de incertidumbre desconfianza o inseguridad y en  conductas tales como el individualismo, la violencia entre otras . Estas situaciones exceden el marco de la pobreza y aparecen claramente relacionadas con la  inequidad y la  tendencia a la fragmentación social.

 

Pensar en términos de responsabilidad Social en ámbitos universitarios,   implica hoy mas que nunca en la responsabilidad de las universidades de intervenir en los problemas de los pueblos que las sostienen. Pero también, reiteramos,   es responsabilidad de las instituciones de educación superior de nuestra región, formar profesionales sensibles comprometidos, activos y participativos, capaces de responder a las demandas de una sociedad compleja e inequitativa

 

En ese sentido, creo que estamos viviendo un momento privilegiado a nivel regional, en el que la convergencia de voluntades políticas, iniciativas de las instituciones educativas y apoyo de las organizaciones de la sociedad civil están contribuyendo a promover la solidaridad como una pedagogía eficaz para mejorar la calidad educativa y contribuir a una mejor calidad de vida en nuestras comunidades. 

Quisiera terminar retomando el tema inicial -tradición e innovación- con una frase que muestra que las innovaciones pueden tener también raíces muy antiguas.

Ya en el siglo XVII, en su Didáctica Magna, Comenius decía: "aumentarás la facilidad en el discípulo si le haces ver la aplicación que en la vida común cotidiana tiene todo lo que le enseñas. Si le muestras para qué vale cada cosa, le pondrás en su mano que sepa que lo sabe y pueda emplearla".

Parafraseando a Comenius, quisiéramos afirmar que los estudiantes que practican el aprendizaje-servicio saben lo que saben, y saben que lo pueden aplicar para hacer  una América Latina con más justicia y más solidaridad.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

 

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